Lesiones precursoras del cáncer de cuello de útero o de cervix

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Lesiones precursoras del cáncer de cuello de útero o de cervix

 A las anormalidades encontradas en la citología/biopsia se las denomina Neoplasia Intraepitelial de Cérvix (CIN). Dependiendo de la severidad de las anomalías se las clasifica de CIN 1, las más leves, CIN 2 las moderadas y CIN 3 las más graves. La mayoría de las lesiones de bajo grado o CIN 1, normalmente se resuelven de forma espontánea sin tratamiento. En estas mujeres se puede hacer un seguimiento mediante colposcopia y repetición de la citología en unos meses. Las lesiones que no desaparecen espontáneamente, o aquellas con anormalidad severa (CIN 2 y 3 o lesiones de alto grado), deben ser eliminadas para disminuir el riesgo de desarrollar un cáncer de cérvix.

Debido a la alta incidencia de esta patología, muy vinculada a la expansión del virus HPV y su multiplicación de genotipos, existen protocolos diseñados por las propias unidades de patología cervical coordinados por el Ministerio de Sanidad.

Hoy en día, la determinación del VIH y su tipaje, es fundamental a la hora de aplicar el tratamiento más adecuado.

Debido a su incidencia se han desarrollado diversas vacunas para su prevención, ya incluidas en el Sistema Nacional de Salud y forman parte del programa vacunal de la población española, indicándose a los 12-13 años en los colegios.

Existen varios tipos de tratamiento todos igual de efectivos, unos destruyen la lesión y otros la extirpan, siendo actualmente estos últimos los preferidos. Oscilan desde la sencilla utilización de un asa de diatermia hasta la clásica conización cervical. La conización es una técnica de tratamiento que extirpa la lesión, cortando un fragmento de tejido del cuello del útero en forma de cono. La conización puede realizarse según diversas técnicas (bisturí, láser o asa diatérmica). Tanto la conización con láser como con asa diatérmica, son procedimientos que se llevan a cabo de forma ambulatoria (con anestesia local) en la consulta del ginecólogo. Antes de abandonar la consulta, la paciente recibe unas instrucciones por parte del médico como evitar las relaciones sexuales y la utilización de tampones vaginales durante 3 semanas, así como no realizar ejercicios violentos durante la primera semana para evitar el riesgo de sangrados. Ocasionalmente puede producirse una hemorragia y en este caso la paciente debe ponerse en contacto con el médico o acudir al centro donde fue tratada.

El tratamiento del CIN tiene éxito muy frecuentemente y la mayoría de las mujeres no van a tener más problemas. Sin embargo, un pequeño número de mujeres necesitarán tratamientos posteriores. Por ello, es importante tener un control regular después del tratamiento, para asegurar la curación de la lesión, hasta que el médico lo de por finalizado y pueda pasar a realizar los controles anuales. En general, los tratamientos no afectan a la vida sexual ni a la capacidad para quedar embarazada.